Aquella noche deambulaba por la ciudad como si sospechara de su propia sombra. Se adentró en el entramado de asfalto mientras centelleaban las farolas a su paso. Las calles al mismo ritmo que la noche caía bajo sus pies.
En ese instante, bajó unas escaleras que no estaban allí por casualidad. Transportaban al otro lado del mundo, a través de un monstruo.
Se adentró en el metro. Aquel ser metálico le condujo por las entrañas de la ciudad en una suerte de vaivenes casi imperceptibles. Allí observó a personas sin rostro.
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