Desde lejos apenas son visibles, los personajes de Slinkachu habitan en los lugares más corrientes de una ciudad, esos que pasan desapercibidos a diario y no parecen merecer ni un segundo de atención: la hendidura del poste de una farola, un asiento de piedra, una barandilla de metal, un sucio charco, un desagüe… Allí se desarrollan diminutas narrativas que mezclan la rutina y el suceso extraordinario.
El artista británico pinta y modifica figuras humanas pensadas para poblar maquetas y estaciones de trenes eléctricos; les da un nuevo significado en imaginativas escenas y los fotografía antes de perderlos de vista para siempre en la vía pública.
“La parte callejera de mi trabajo juega con la noción de sorpresa y tengo como objetivo incitar a los habitantes de una ciudad a ser más conscientes de su entorno. Con las escenas que compongo (…) busco reflejar la soledad y la melancolía de vivir en una gran urbe, la sensación de estar perdido y sentirse superado”.